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lunes, 7 de septiembre de 2009

ORIGEN DE LA AFICIÓN V.

Como íbamos diciendo Susana, la neumática Narwhal RD-320, se iba deteriorando y los viajes a la Plaza de Puntales, en Cádiz, eran constantes. En Puntales es donde se encontraba el servicio técnico de Narwhal, para Cádiz. Cada visita al taller no bajaba de las 10.000pts, 60€, y las visitas eran aproximadamente bimensuales, todo un desastre económico, sin contar con los días de navegación que se perdían, al estar la lancha en el taller.

Mientras, yo hacía cursos de vela en el club náutico de Sancti Petri, más concretamente los cursos me los impartía Zaida, que posteriormente montaría una empresa de alquiler y escuela de piragüismo y vela.

Y haciendo números, que otra cosa no pero números un montón, vimos que la lancha ya no era rentable así que decidimos venderla y comprar algo más serio. Y cuando digo que no era rentable no es que no disfrutáramos de ella, todo lo contrario, las navegaciones eran espectaculares los días de veranos fantásticos y las experiencias inolvidables, pero los gastos superaban los beneficios.

Cuando lo pensamos y repensamos decidimos vender a Susana y al mismo tiempo comprar un velero de pequeña eslora, pero un velero. Nos pusimos manos la obra e insertamos en el Cambalache, los anuncios de venta de Susana y la compra del velero.

A Susana, vinieron muchos “novios” a verla pero ninguno se la llevaba, normal estaba hecha polvo (los flotadores pinchados, el suelo sin barniz, las gomas laterales despegadas, etc…). Al cabo de las dos semanas me llaman del Puerto de Santa María, para decirme que vendían un velero.

El velero estaba en el R.C.N. del Puerto, justo en el pantalán que está más cercano a la rampa y frente a los jardines. Se llamaba Mantra.

Mantra, era un barco de los de 1ª generación, en lo que a la construcción naval en fibra de vidrio se refiere, por eso tenía el casco sobredimensionado y medía cerca de 3cm de espesor. Según ponían los papeles la empresa constructora era de Barcelona y el modelo se denominaba Credimar 630. Estaba muy dejado, las velas eran trapos viejos. Tenia una mayor y varios foques, pero ninguna en buenas condiciones. Montaba un motor fueraborda de 15cv, de la marca Jhonson, que no había forma de hacerlo sonar redondo.

Antes de decidirnos a comprar me busque a un compañero que me ayudara y me diera su opinión, yo siempre recurriendo a gente que sabe para poder decidir. El compañero fue Antonio Ramírez Lago, el navegante. Lo de navegante ya se puede suponer que es por que es una persona que ha navegado en toda clase de barcos y su conocimiento es muy amplio.

Antonio, el navegante, persona servicial donde las haya, no dudó en ponerse a nuestra disposición para lo que nos hiciera falta. Así que ni cortos ni perezosos, nos fuimos una buena tarde del mes de junio hasta el Puerto, con el traje de submarinismo para verle el fondo a ver como estaba. También íbamos provistos de espátulas fabricadas en acero Inox, para rascar el fondo que estaba lleno de escaramujos. Cuando llegamos al Puerto, el mar estaba muy picado y lo de tirarse al agua a verle el fondo no era buena idea pues a parte de no verse nada no podríamos trabajar, así que a mi compañero se le ocurrió que utilizáramos la grúa del náutico para elevar el velero, previo pago de 5.000pts (30€). Después de casi 1/2h de trabajo duro con la espátulas, el barco quedo limpio y con el visto bueno al estado del casco de Antonio Ramírez, decidimos comprarlo.

Esta compra no fue como la de Susana, aquí sus propietarios eran gente legal. Eran una familia de arquitectos de Jerez, y desde el primer momento todo fueron facilidades. Fueron tantas las facilidades que de las 500.00pts (3.000€) pedidas al principio, se quedo en 400.000ptas (2.400€), y sin regatear mucho.

YA TENIAMOS VELERO.

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